
En lo que va del año 2022, la prisión de San Quentin ha enfrentado una tercera ronda de cuarentena, ahora por Omicron. Las visitas de toda clase fueron canceladas, dejando a todos sus residentes encerrados en sus celdas impidiéndoles participar en programas de rehabilitación, educativos, o religiosos.
La nueva variante de Ómicron BA.2 cerró la prisión por segunda vez consecutiva desde mayo.
Esto ha dejado a muchos confundidos y con el temor de ser re-infectados con el virus y ser aislados del resto de la población en el área de segregación administrativa, “AC” por sus siglas en inglés (Adjustment Center).
Por miedo de perder sus cosas personales, sus compañeros de celda o las celdas donde viven, los prisioneros se niegan a voluntariamente tomar el examen de Covid-19. Algunos a pesar de tener los síntomas, prefieren no reportar sus condiciones de salud por miedo de ser aislados en el “AC” o “el hoyo”.
En junio 29, se repitió la historia cuando la unidad de West Block fue puesta en cuarentena de nuevo. Esta fue la tercera vez en los últimos seis meses, cancelando todo acceso a programas de auto ayuda. En su propio mundo de encarcelamiento, los hombres de azul continúan siendo dominados por la incertidumbre que las cuarentenas ocasionan.
Tranquilino Figueroa de 65 años, residente de San Quentin, fue aislado por dos semanas en el “AC”. Al ir a una cita con el dentista, le hicieron un examen rápido de Covid-19 y resultó positivo. “Cuando me llevaron al hoyó solo pude llevarme mi biblia y unas sopitas”, dijo Figueroa, “Me dio miedo estando en ‘el hoyó’ porque no comprendía lo que me decían en inglés. Esto me dejó más confundido y temeroso”.
Muchos emigrantes encarcelados tienen dificultad para comunicarse apropiadamente con el personal médico ya que no hablan inglés.
Figueroa reportó a SQNews, que hasta este día él se siente nervioso y no quiere ir al doctor porque siente que lo van a llevar al “hoyo” de nuevo.
Al principio del año, la prisión fue puesta en cuarentena por dos meses y el 3 de mayo, la unidad de West Block fue puesta en cuarentena de nuevo después que se anunció la emergencia en las bocinas de la yarda deportiva.
“Atención en la yarda, este es un anuncio solo y para todos los residentes de la unidad de West Block,” dijo el oficial en la bocina, “La yarda está cerrada. Repórtense a sus celdas inmediatamente.” La administración de la prisión y el departamento médico había anunciado un brote.
Los residentes de esta unidad fueron examinados por el virus, revelando que cuatro reos estaban infectados con Covid-19, y se implementaron las instrucciones que los residentes usaran los cubre bocas N95.
Después de casi dos meses, la unidad fue reabierta y los programas y actividades regresaron a la normalidad por 11 días. El 29 de junio, esta misma unidad fue puesta en cuarentena, cancelando de nuevo todas las actividades.
Según el reporte diario de CDC&R, conocido en inglés como (“Daily Program Status Report”), anunció en su resumen que el miércoles junio 22, la unidad de Carson fue puesta en cuarentena por múltiples casos positivos del Omicron BA.2.
El domingo 26 de junio, la unidad de North Block fue reabierta con programas y actividades en conjunto con el resto de la población en la prisión. La prisión continua sufriendo los efectos del virus, experimentando brotes en diferentes unidades, separando las unidades habitacionales por secciones durante sus propias cuarentenas.
“Pienso que no están llevando bien la cuarentena los encargados por la manera en que la administración lo está manejando”, dijo Carlos E. Herrarte 53, un residente de San Quentin.
Herrarte comento que le daba miedo enfermase de nuevo, ya qué hay gente que no están vacunados y andan afuera de sus celdas mientras los que están vacunados están encerrados.
“Por la gente que no se vacunan, pagamos todos”, dijo Herrarte, “Esta es la razón por la cual nos enfermamos de nuevo”.
El departamento de salud reportó el 11 de mayo que el 93% de los reclusos y el 87% del personal que trabajan en la prisión estaban vacunados. Esto significa que el riesgo de ser hospitalizado o de morir por el virus es bajo.
Recordando que no todos han tomado su vacuna de refuerzo, el departamento invita a los prisioneros que sometan el papel de servicio médico CDCR-7362 pidiendo la vacuna de refuerzo.
“Físicamente, afecta porque no puedes practicar tus deportes, o hacer tus ejercicios”, dijo Oscar Aguilar, 39, “En el nivel académico, te afecta porque no puedes ir a la escuela”.
Prisioneros como Aguilar han estado estudiando por años para poder obtener el “G.E.D.” (Por sus siglas en ingles General Equivalency Diploma), equivalente a graduarse de la preparatoria. “Las encerradas, automáticamente detienen los exámenes y esto hace más difícil el aprendizaje y poder salir adelante”, dijo Aguilar.
El impacto no solo es irreparable para los reos, pero también afecta a los familiares al no poder visitarlos. Muchos prisioneros sufren de depresión y ansiedad estando encerrados sin actividades físicas. Esto incrementa la soledad.
No poder participar en grupos de rehabilitación como alcohólicos y narcóticos anónimos, impide que muchos puedan continuar su rehabilitación. Los reclusos no pueden recibir buenos créditos por buena conducta y participación en los programas, lo cual los ayudaría a obtener la libertad antes de la fecha convenida.
“Esto es algo estresante, especialmente teniendo hijos pequeños”, dijo Jacob Rice 45, “Hay como mil personas tratando de hacer llamadas telefónicas, cuando solo hay 12 teléfonos en el edificio y no nos quieren dar las tabletas”.
Tanto para los reclusos y sus seres más queridos, el no poder comunicarse puede causar mucha tristeza y ansiedad.
Finalmente, el no poder mirar, ni darle un abrazo a nuestras madres, hijos, familiares, y miembros de nuestras comunidades durante estas cuarentenas puede crear una separación y tener varios efectos drásticos y negativos en la relación familiar.
—Editado por Tare Beltranchuc