En los 17 años que lleva encarcelado, José Herminio Pedroza Quiñones nunca se ha separado de su guitarra.
“La música se ha convertido en mi mejor herramienta para lidiar con la soledad y el estrés”, dijo Quiñones de 77 años de edad, en una entrevista con SQN.
Quiñones es un residente de la prisión de San Quentin que cumple una sentencia de 27 años a cadena perpetua.
La música ha llegado a ser como una adicción, “si no toco la guitarra no me siento bien”. Quiñones añadió que cuando toca la guitarra se siente libre como el viento, se olvida que está preso y le trae bonitos re- cuerdos de su juventud.
Con una sonrisa en el rostro Quiñones relató como nació su amor por la música. “Mientras trabajaba como carpintero a la edad de 15 años, me llevaron una guitarra para repararla. Con la ayuda del encargado de la carpintería reparé la guitarra en un mes. Después empecé a practicar y me fascinó el sonido de las cuerdas. Así que no la devolví hasta que compré mi propia guitarra”.
Quiñones tuvo que realizar muchos sacrificios para comprar su guitarra. Incluso prefirió no pagar la electricidad para poder realizar sus pagos semanales de un dólar por un año. Su primera guitarra fue una Valenciana y le costó 48 dólares.
Quiñones ha tocado la guitarra por 62 años y está muy agradecido con Anastasio Zárate, a quien se refiere como maestro y mentor. Al inicio le salían ampollas en las yemas de los dedos, pero eso no lo desanimó. “Mi deseo por aprender a tocar la guitarra era mayor que el dolor de las am- pollas”, Quiñones dijo. “Mu- chas veces prefería tocar la guitarra que comer”.
Al cabo de dos años de perseverancia y dedicación, fue invitado a ensayar con el famoso “Grupo Solitario”, que se interesó en él, pero por razones personales rechazo la oferta. Posteriormente, en compañía de dos amigos formaron un trío para llevar serenatas. Su amor a la música era tan grande que el dinero paso a ser secundario. No tocaban por dinero. En muchas ocasiones llevaron serenatas gratis. “Tocábamos por amor al arte, y cuando nos iba bien nos invitaban unos ricos tacos”, mencionó Quiñones.
En el 2002, su vida cambió radicalmente al cometer un asesinato que lo llevo a la prisión. “Cuando llegué a la prisión estaba muy lastimado, me sentía solo y abandonado”, dijo Quiñones. Fue en ese entonces que decidió comprar una guitarra y descubrió que “la música es una terapia para el estrés y una vitamina para el alma”.
Quiñones concluyó, “me fascina ayudar a los jóvenes que tienen interés en aprender a tocar la guitarra. Creo que es una herramienta de rehabilitación y una forma de hacer enmiendas por el crimen que cometí”.