Después de catorce años de servicio, el Padre Barber renunció a su trabajo como capellán de San Quintín y su último día con nosotros será el 13 de Junio. Él inició su servicio en esta prisión como voluntario en 1996. Antes de eso también sirvió como voluntario en una prisión de mujeres en Dublin, California, en cárceles del condado de Los Angeles, y en un centro de detención juvenil de la misma ciudad.
CORAZON ABIERTO
El Padre Barber fue asignado como capellán de San Quintín por el arzobispo William C. Levada de San Francisco y luego fue empleado por la directora de la prisión, la señora Jeanne Woodford, en el 2002. Y desde entonces las puertas de la capilla católica, y las puertas del corazón del capellán Barber permanecieron abiertas para reclusos y para empleados del penal de toda creencia religiosa.
A pesar de tener un horario bastante ocupado el capellán se sentó a conversar conmigo en el centro de la capilla de Nuestra Señora del Rosario, a las doce del día de un frió martes, mientras se tomaba una cálida taza de café con crema. Él me habló de la misa de los lunes para los condenados a muerte en East Block, donde la congregación es igual en número a la congregación de los domingos en la mañana en la capilla de Nuestra Señora del Rosario. También me habló de las actividades de las 6:20 P.M. que ocurren durante la semana en la capilla, tales como grupos de oración, estudios bíblicos, reuniones del grupo Justicia Restaurativa (Restorative Justice), y más.
El aporte del Padre Barber a esta comunidad va más allá de los linderos de esta prisión. Por ejemplo, a petición de algunos empleados, él ha oficiado funerales, bautismos, y matrimonios. Y en una ocasión, estuvo dispuesto a darle sus días de vacaciones a una oficial en caso de que ella necesitara tomarse unos días libres para recuperarse de una enfermedad.
Al preguntarle que cuál ha sido el momento mayor de sus años de oficio en San Quintín, él me dijo que fue el inicio del programa de Justicia Restaurativa en el año 2005, el cuál fue fruto de una conferencia de Obispos de California. De repente su rostro se entristeció y bajó el tono de su voz al recordar a Ricky Earle.
PACIENTE DE CÁNCER
Ricky Earle fue un recluso a quien los médicos diagnosticaron con cáncer en el 2005, cuando estaba en North Block y el Padre Barber vio a Ricky cerrar sus ojos para siempre.
En un lugar donde parece no existir el perdón, al ser un guía, un amigo, y un confidente, el Padre Barber ha encontrado formas de mostrarnos el camino hacia la redención. Y ahora que Dios lo está mandando a servirle a otros en Jerusalén y en Roma, le agradecemos por haber compartido su corazón con nosotros por más de una década, y le deseamos lo mejor del Cielo.