Watani Stiner, escapo de la prisión de San Quentin en 1974 y se refugió primero en de experiencia personal. En 1974, me escape de la prisión de San Quentin, y huí del país a Guyana en Suramérica. dinero para libros o profesores, sucumbió. |
Guyana en Suramérica y posteriormente en Suriname. Pasó algunos días felices antes de que el pequeño país sudamericano se hundiera en un profunda crisis económica y social. La extrema pobreza, la corrupción y la falta de oportunidades para sus hijos lo llevaron a entregarse a Estados Unidos para volver a ser encarcelado. Basado en su experiencia personal, Stainer comparte su opinión y perspectiva sobre la crisis migratoria que esta viviendo Estados Unidos y de las razones detrás del éxodo de miles de familias que arriesgan su seguridad y la vida de sus hijos con la única meta de darles una mejor vida. Watani fue puesto en libertad en abril del 2011. En estos tiempos, un profundo miedo, junto a la ignorancia y la incertidumbre están alimentando el debate nacional sobre la migración –legal o indocumentada– de miles de personas a Estados Unidos. Día a día, cientos de familias inmigrantes, con niños de varias edades, cruzan la frontera con la esperanza de ser aceptados e iniciar una nueva vida en Estados Unidos. Cualquiera que sea el motivo por el Casi inmediatamente a mi llegada a Georgetown, la capital de Guyana, me uní a la creciente comunidad de refugiados. En 1976, Guyana empezó a experimentar un severo declive económico. La corrupción, falta de empleo, y falta de enseres básicos llevaron al país a un desorden político. Los trabajadores azucareros, quienes eran mayormente segmentos de este Indico de la sociedad guyanesa, se cia en el país escalaba y la economía se deteriorabaaúnmás. En 1993, mi familia estaba viviendo en una casa de ramas pequeña sin electricidad o agua potable, cosechando verduras para la venta y vendiendo yerbas medicinales y café. Comencé a preocuparme por la salud y el futuro de mis hijos. Reflexionaba en maneras de cómo traer a mis hijos a los Estados Unidos. Pero como un fugitivo, no podía simplemente mover a mi familia fuera del país y tampoco quería dejarlos allí. ¿Mi libertad valía el bienestar de mis hijos? La situación en Suriname se estaba volviendo más desesperante cada día. Después de convencer a mi esposa de que entregandome a la justicia aseguraría una mejor vida para nuestros hijos, me entregué a la embajada de los Estados Unidos en Paramaribo. Desesperado y temeroso, tenía que sacar a mis hijos fuera del país. Eventualmente a ellos se les permitió entrar a los Estados Unidos. Mientras que algunos de mis hijos sacaron provecho, otros batallaron. Unonun casabecuálseráel futuro de las decisiones que uno tome, pero para mí la esperanza de un mejor futuro fue mucho mejor que no tener ninguna. Estoy de regreso en la prisión, y solamente porque amo a mis hijos más que lo que odio mi encarcelamiento. Los padres de esos jóvenes están haciendo viajes muy peligrosos en busca de asilo en los Estados Unidos tiene una cosa en mente, una cosa que nos mueve a todos los padresla sobrevivencia y seguridad de nuestro hijos. Ningún pensamiento o emoción es más poderosa que eso. |