Mi nombre es Lucía de la Fuente, estudio un doctorado en Antropología y Justicia Social con una visa de estudiante extranjero, soy profesora de un programa para la prevención de la violencia y soy una editora voluntaria del departamento de español en el periódico San Quentin News. También soy hermana, hija y mujer y si de algo sé, es de migración. Como migrante, emigrante e inmigrante, he vivido las bondades que el salir de mi país me ha traído, pero también las injusticias, el dolor y la nostalgia que eso conlleva. Ser inmigrante es algo que me define; y es vivir en una eterna contradicción. Constantemente miro hacia el futuro, buscando uno mejor para mí y para quienes me rodean, pero también miro hacia atrás, para recordar de dónde vengo, lo que he vivido y lo que mi familia y mis antepasados han tenido que recorrer, para que yo hoy pueda estar aquí. Concuerdo con quienes dicen que “ser inmigrante te orilla a ser presa de la injusticia” y que estamos expuestos a recibirla. Pero he de aceptar que nosotros también la provocamos y que cometemos actos injustos. El sistema socioeconómico y político en el que vivimos, no fue diseñado para que nosotros existamos; los que tenemos que salir y los que tenemos que llegar. Los que nos fuimos y los que nos vinimos. Pero la culpa no es únicamente del sistema; también es nuestra. En el empedrado camino de la inmigración, lastimamos a otros. Nos dolemos y hacemos doler. Ésto no es definitivo. Podemos cambiar; y si no es a través de lo que el sistema nos ofrece, será, entonces, a través del trabajo con y por nuestra comunidad. Eso es lo que hago. Desde hace más de cuatro años, trabajo en grupos de prevención de la violencia y justicia restaurativa, en las cárceles de California; porque puedo y debo, como migrante, apoyar a quienes dentro del sistema se asumen sin oportunidades. Sanar dentro del paradigma de nuestra cultura como inmigrantes y en nuestro propio idioma, el español. Y hoy, escribiendo estas letras, pienso en las razones por las cuáles me fui de mi país, las razones por las cuales trabajo con los presos del Área de la Bahía: porque todos merecemos una segunda oportunidad y porque todos podemos cambiar.