El sueño Americano se convirtió en pesadilla para Ramiro Quezada de 52 años de edad, originario de Guadalajara Jalisco, México, quien trabajó de sol a sol cargando bultos en una central de abastos para pagar su viaje a los Estados Unidos.
Quezada viajó a la frontera de Nogales, Sonora, donde le pagó a un coyote para que lo ayudara a cruzar la línea fronteriza de los Estados Unidos. Quezada tuvo suerte y a los cuatro días ya estaba en San Francisco, CA. Él trabajó por 6 meses en una carnicería, pero su patrona se rehusó a pagarle su salario. “La señora me dijo que yo solo trabajaba por la comida”, Quezada añadió “La tuve que demandar y el juez le ordenó que me pagara $3,500 dólares”.
Después trabajó como paletero, donde ganaba el 50% de la venta e incluía un lugar donde dormir. Cada mañana a las 7 a.m. llegaba a la paletearía para cargaba su carrito de paletas y después su patrón lo llevaba a él y a otros paleteros a diferentes ciudades como: San Mateo, San Francisco, y Oakland.
“Arrempujando mi carito de paletas recorría las escuelas, parques e iglesias; me la pasaba para ya y para acá,” dijo Quezada.
Un viernes mientras Quezada se encontraba des cansando en el parque, la policía lo arrestó y terminó en la cárcel del condado acusado de robo con violencia.
“En la idas a corte me ofrecieron 3 años de prisión si me declaraba culpable. En mi ignorancia pensé que en un juicio el jurado me encontraría inocente”, dijo Quezada.
“El jurado me encontró culpable y me sentenciaron a 23 años de prisión. El día de la sentencia no me contenía de llorar. Me sentí solo y abandonado como que nadie creía en mí, 23 años de prisión me parecía una eternidad”, dijo Quezada.
Después de perder el juicio, a los dos años le negaron la apelación.
Él nunca se rindió y le escribió al Proyecto de Inocencia. Le respondieron que solo admitían casos serios. “Un amigo que sabía de leyes me ayudó a mandar una petición. Me respondieron que si tenía un testigo que digiera que yo estaba en el parque, ellos podrían abrir el caso”. Dijo Quezada.
Desafortunadamente, él no pudo confirmar lo que le pedían pero siguió perseverando y llenó un formulario para solicitar el perdón al gobernador más nunca recibió contestación. Sin embargo, después de sobrevivir el coronavirus. El CDCR lo recomendó para reducción de sentencia.
“Cuando me trasladaron de la prisión hacia la corte tenía temor. Pensaba que me darían más tiempo” dijo Quezada. En su defensa su abogado presentó expedientes médicos que demostraban su vulnerabilidad por tener cáncer, además de presentar cartas que comprobaban su buena conducta y desempeño laboral. Posteriormente, el juez redujo su sentencia.
Él regresó feliz de la corte porque en seis meses se iría a su casa. “Sentí como si me quitaran un carga de encima. Ahora tengo una esperanza”, expresó Quezada.
“Viéndolo bien estoy agradecido con Dios porque si no fuera por la prisión no estuviera vivo. Aquí me han tratado de la hepatitis-C y me están operando de un tumor-canceroso en el hígado y me están dando quimioterapia. Tan pronto termine el tratamiento, saldré en libertad gracias a Dios”, concluyó Quezada.