Si algo ha aprendido José Vieyra en los 37 años que ha estado encarcelado es que programar el tiempo y con- vivir con su ‘celi’ como si fueran un equipo, es la clave para sobrevivir el amontona- miento y conflicto que genera compartir una celda en la que difícilmente dos personas pueden estar de pie.
“El secreto es tratar de programar para no estar los dos en la celda al mismo tiempo; si tu compañero va a la escuela en la mañana, tú te apuntas en la tarde”, dice Vieyra. “Tiene que haber entendimiento, como en un equipo: vamos a hacer esto o aquello; vamos a comer, vamos a hacer ejercicio. Ya se terminó el ruido, vamos a dormir”.
Como la mayoría de las personas encarceladas en la Prisión Estatal de San Quentin, Vieyra comparte una celda con otra persona. Las celdas son de aproximada- mente 10 pies de largo por 4.6 de ancho; En ese espacio reducido, apenas cabe una litera con dos camastros; el retrete y un pequeño lavabo, además de dos pequeños estantes de seis pies cúbicos en donde los reos guardas sus pertenencias, como comida, y ropa. Si uno de los internos está de pie, no alcanza a tocar las paredes sin tener los brazos completamente ex- tendidos, y cuando lo hace el compañero debe estar sobre la cama.
De acuerdo al SQ News la población de la prisión fluctúa entre 3.000 a 4.000 inter- nos, lo que se debe a que San Quentin también es un centro de ingresos (recepción).
Con excepción de los prisioneros condenados a muerte, la mayoría de los in- ternos comparten una minúscula celda con otro com- pañero. En días normales, se organizan para hacer la convivencia más llevadera. Pero la situación se complica cuando la administración ordena encierros forzados y no se les permite dejar su celda por varios días o semanas, salir al patio o participar en los programas educativos y de rehabilitación.
“Cuando no te llevas bien con tu compañero es un tormento, pura lloradera, puras broncas”, dice Vieyra. “Parece como que pusieran dos leones en una misma jaula y lo único que saben usar es la violencia”.
Pedro Espinal quien ha estado en prisión por más de 22 años coincide con Vieyra y dice que la paciencia es importante para sobrellevar el encierro forzoso.
“He aprendido a ser paciente; sin embargo. Cuando nos encierran por un periodo largo al tercer día me empiezo a sentir ansioso, como atrapado en un callejón sin salida porque no puedo asistir a la escuela, ni tampoco me puedo bañar”, dijo Espinal.
En el 2011 el sistema de correcciones de California enfrentó una crisis de sobre población en su sistema carcelario por lo que la Corte Suprema ordenó reducir la población hasta el 137.5 por ciento de la capacidad total para la que fueron diseñadas las diferentes prisiones.
La solución inicial para cumplir esta orden federal fue transferir reos a prisiones fuera del estado, pero a pesar de ello, la sobre población continuó.
En agosto pasado, el Departamento de Correcciones anunció que los últimos reos confinados en prisiones fuera del estado serían regresados a California. Aunque esa medida puede beneficiar a presos que estaban fuera del estado, muchos de ellos podrían ser hospedados en San Quentin.
Internos como Vieyra y Espinal dicen que no se puede hacer nada al respecto lo mas importante es seguir adelante y asi poder pasar el tiempo sin contratiempos.
“Lo importante es aprender a vivir en estas condiciones y tratar de pasar el tiempo en estas lo mejor posible, aparte de aprender a convivir con las personas sin importar el tamaño de la habitación”, dijo Vieyra.