Jaime Sánchez de 37 años, purga una sentencia de 15 años a cadena perpetua. En 2017 perdió a su madre. “Nací en México y crecí en una familia pequeña, mi madre Silvia Juárez, mi papá y mi hermano mayor”, dice Sánchez.
“Cuando era pequeño mi madre me consentía mucho pero cuando yo tenía seis años de edad ella se separó de mi padre, desde entonces la relación con mi madre se volvió distante porque ella trabajaba mucho, a veces doble turno para poder mantenernos”. Sánchez dice que cuando su madre se volvió a juntar con otra pareja dejó de trabajar pero la relación entre ellos dos se tornó autoritaria y empeoró. “Mi
madre se volvió más controladora, no me dejaba hacer nada y su carácter se volvió más explosivo. Debido a eso, me volví más rebelde”.
Cuando Sánchez tenía 15 años, su madre emigró a Estados Unidos dejándolo solo con su hermano en México. La relación entre los dos tuvo desde entonces un interés económico porque ella solo enviaba dinero para los gastos de la familia.
“Al cumplir los 19 años decidí emigrar a los Estados Unidos. En ese tiempo mi mamá vivía sola pero yo decidí irme a vivir con mi hermano quien también se había ido a los Estados Unidos así que la relación con mi madre permaneció distante”, dice Sánchez.
En el 2016, Sánchez fue arrestado por un crimen que cometió y fue enviado a la cárcel.
“Durante mi proceso de juicio la relación con mi madre cambió totalmente. Me visitaba en la cárcel municipal todos los fines de semana y sacrificó casi todo lo que tenía para pagar un abogado que me pudiera ayudar en mi proceso legal”, dijo Sánchez.
A pesar de los esfuerzos, Sánchez fue sentenciado y enviado a prisión.
“Una vez en prisión mi madre me visitaba muy seguido. Nuestra relación se volvió más cercana, nunca me reprocho nada y se volvió más empática conmigo, me imagino que esto se debió a que ella se sentía culpable de que yo hubiera terminado cometiendo un crimen”, dice Sánchez.
Sánchez dice que en el 2017 cuando la relación con su madre era buena, las cosas cambiaron para él ya que ella enfermó.
“Mi hermano me visitó para darme la noticia de que mi madre había sufrido un derrame cerebral, se le había formado un coágulo de sangre en el cerebro. En ese momento no supe cómo reaccionar y solamente me enfoque en consolar a mi hermano, quien estaba devastado. Me sentí con las manos atadas ya que no podía hacer nada”.
“Mi madre estuvo en coma por más de dos semanas. Durante ese tiempo le abrieron el cráneo y fue operada varias veces. Finalmente los médicos determinaron que ella había sufrido muerte cerebral y nos recomendaron desconectarla del respirador artificial. A los 59 años de edad mi madre finalmente murió”.
Sánchez dice que cuando recibió la noticia no pudo llorar porque en ese momento se preocupó más por su hermano que se veía muy afectado por la pérdida de su mamá. “Ya cuando estuve solo de regreso en la celda comencé a llorar y a golpear mi almohada”.
Sánchez reconoce que gracias a los programas de autoayuda pudo compartir y procesar su dolor.
“Fue difícil sobreponerme al dolor porque el cerebro te ayuda a procesar algunas cosas y otras son difíciles de procesar. A veces eso me hace sentir pesimista y deprimido, sobre todo porque siento que a pesar de que mi madre no estuvo cerca de mí, siento que ella hizo lo que creía que era mejor para la familia y para mí en especial”, dijo. “El perderla me hizo sentir necesidad de regresar a alguna adicción pero gracias a Dios no pasó”.
Sánchez no puede evitar llorar cuando dice que una de las metas que se había planteado si salía de la prisión era cuidar de su madre, algo que nunca le había pasado por la cabeza anteriormente. “Siento que le falle”, dice.
“El no poder asistir al velorio y no haber estado en casa en esos momentos tan difíciles para la familia me hizo sentir como que mi madre no murió”, dice.
Yo le diría a la gente que pasa por un dolor similar que busquen apoyo con sus amigos y familiares.