Para un residente de la prisión de San Quentin la vida le cambió drásticamente. El señor Daniel Arciniega de 56 años fue diagnosticado con un problema de riñón, considerado médicamente como ‘insuficiencia renal aguda’.
“Yo sólo vivo como los alcohólicos, un día a la vez, o sea 24 horas a la vez”, exaltó Arciniega dándose ánimo, añadiendo, “el mexicano hace gracias [¿gracia?] de su desgracia”.
En la clínica de la prisión le explicaron a Arciniega lo que es esta condición de la ‘insuficiencia renal aguda’.
“Esto significa que repentinamente sus riñones han dejado de funcionar. Los riñones eliminan residuos del cuerpo. Cuando dejan de funcionar los residuos se pueden acumular. Los riñones también balancean el agua y las sales del cuerpo. Si sus riñones no pueden hacer esto, puede haber problemas muy serios incluso podrían resultar mortales”. Toda la información anterior se le dio a Arciniega en el reporte médico del Departamento de Emergencias del Centro Medico ‘Marín Health’.
En comparación a otro reclusos quienes disfrutan sus desayunos cada mañana él busca la puerta del hospital para poder recibir su tratamiento que le ayuda a estar vivo. La rutina diaria se convirtió en idas al médico.
Ahora sus días inician diferente, pues cada dos días a las 6:00 am los oficiales anuncian su nombre por la bocina del edificio para que se presente en el hospital de la prisión. El tratamiento de diálisis tiene lugar cuatro veces por semana.
Según Arciniega, el procedimiento para limpiar su sangre empieza en la báscula, continuando con la revisión de signos vitales, incluyendo la presión arterial. En seguida el doctor limpia la entrada de los dos catéteres [mangueras], uno que tiene temporal colocado en el pecho que conecta en la arteria principal del corazón; y otro en su brazo izquierdo. Así es como conectan las mangueras de la máquina de diálisis en su cuerpo.
Su sangre corre por los catéteres y entra a la máquina de diálisis pasando por los filtros para así remover y eliminar desechos sanguíneos, regresando la sangre limpia al cuerpo de Arciniega. Este procedimiento es alrededor de tres horas y cada minuto es importante, porque es lo que él necesita para mantener su sangre limpia y continuar viviendo.
“La conexión es dolorosa” dice Daniel. “Después de la diálisis me siento fatigado y con sueño”.
Según el informativo de DAVITA Kidney Care, perderse un tratamiento duplica las posibilidades de morir.
“Las enfermeras me dicen que soy un chico fuerte por soportar el dolor“ comenta Arciniega, mientras muestra la abertura en su brazo izquierdo donde le introdujeron dos catéteres, que permiten acceso rápido para su tratamiento.
“El apoyo de mi familia me ha ayudado en este duro proceso y mi fe en Dios me hace creer que mi vida está en sus manos”, concluyó Daniel.
Según Arciniega los doctores lo tienen en una dieta muy rigurosa y confusa. Un día comió dos plátanos, pero cuando el doctor lo examinó le sugirió no hacerlo más, pues en su condición médica, el potasio no es muy beneficioso.
Adaptarse a su nueva norma de vida es un gran desafío pues tiene que evitar ciertos alimentos, y hasta tener cuidado con la cantidad de agua que bebe. Su tratamiento continúa afuera del hospital e implica ingerir 21 pastillas al día, someterse a exámenes médicos especializados, y además pasar 9 horas por semana conectado a la máquina de diálisis.
“Hoy y siempre, en las buenas o en las malas, mi agradecimiento es para mi Dios desde el principio hasta el final del día”, expresó Daniel Arciniega, lleno de emoción.. “También doy gracias al equipo médico, así como a los oficiales que día a día están conmigo en el Hospital de la prisión de San Quentin, por tener una buena actitud para mí en todo momento, en vez de quejarse…Gracias”, concluyó.
Arciniega, quien sirve una sentencia de 6 años .reflexiona en sus bendiciones y rechaza darse por vencido. Su trayectoria sigue un día a la vez en lo que el presente y el futuro le dan.