“A los 42 años de edad me condenaron a cadena perpetua bajo la Ley de Tres Delitos Graves (mejor conocida en inglés como The Three Strike Law)”, dijo Ricardo Ortiz Montalvo.
En los años 90’s miles de personas fueron condenas a cadena perpetua bajo ésta ley. Éste mandato causó que muchos reclusos perdieran la esperanza y el deseo de vivir. Montalvo es una de las personas que enfrentó la incertidumbre de algún día regresar con su familia.
Cuando un juez lo sentenció a cumplir una condena de 35 años a vida, Montalvo sintió que el estómago se le revolvía. Él levantó su mano para pedir permiso para dirigirse al juez y le preguntó “¿Por qué me está mandando a morir a la prisión cuando no soy ningún molestador de bebes, o un asesino?”
Los cargos del señor Ortiz consisten por recibir propiedad robada y por robos.
El juez le respondió, “Señor Ortiz Montalvo nosotros hicimos esta ley para usted”. Éstas fueron las últimas palabras que él escuchó antes de ser retirado de la corte y colocado en un cuarto para ser supervisado en caso de querer suicidarse.
Debido a su edad, Montalvo automáticamente pensó que nunca vería a su esposa e hijos. “Después que fui sentenciado, las autoridades me trataron como un asesino, o criminal pesado”, dijo Montalvo.
Cuando él fue arrestado, su hijo Ricardo solo tenía tres años de edad y no lo ha visto desde entonces. Montalvo dijo, “Si llegara a ver a mi hijo, no lo reconocería porque no lo he visto en 28 años”. Él comentó que si su hijo lo viera no lo reconocería, y tal vez pensaría que era un anciano de la tercera edad.
Él perdió toda la esperanza de salir de la prisión por lo que le pidió a su esposa que continuara con su vida. Montalvo no leía las cartas que le enviaban, no quería saber de nadie. La depresión y el no tener deseo de vivir lo llevaron a consumir drogas para escapar de su realidad e incluso estuvo a punto de quitarse la vida.
Por dos años su familia trató de localizarlo en las páginas del internet y en las prisiones donde había estado. Los consejeros se comunicaban con Montalvo, pero él decía que no tenía familia. Él tenía miedo de recibir malas noticias sobre algún ser querido.
A los 52 años de edad, él comenzó a luchar para dejar las drogas y empezó a pensar en sus hijos y la familia. Según Montalvo, el evento que lo motivó a cambiar su vida fue la visita inesperada de su hermano menor.
Cuando él estaba en la prisión de Centinela, los oficiales de su unidad le ordenaron que se reportara a la sala de visitas. Montalvo dijo, “Yo me negué porque no le había mandado a nadie una forma para solicitar una visita, incluso llegué a pensar que alguien me quería matar”. Él continuó negándose a ir a la sala de visita hasta que un sargento lo convenció.
“Fui al área de la visita y como un gato salvaje busqué a mi visitante”, Montalvo añadió. “A la distancia observé a un señor quien me reconoció porque la sangre llama a la sangre”. La persona que lo visitaba resultó ser su hermano José, el menor de la familia. Ellos se dieron un abrazo y lloraron de felicidad. Esa fue su primera y última visita que tuvo en 28 años.
Montalvo se presentó en junio, por segunda vez, ante la Audiencia de Libertad Condicional y los comisionarios le otorgaron su libertad por su honestidad, el tiempo que llevaba en la prisión por el crimen de robo y por su edad. Él expreso su anhelo de vivir veinte años más.
“Mientras haya vida no pierdan la esperanza de salir, sigan luchando”, concluyó Montalvo.