A Leopoldo Zaragoza es fácil encontrarlo en el área educacional de la Prisión Estatal de San Quentin. Después de su clase para obtener su diploma de preparatoria (GED) se le puede ver trabajando en los jardines que adornan los anexos educativos.
Zaragoza es un prisionero de 50 años, oriundo de Cha- pala, Jalisco que ha tomado las “riendas” (como dice él), del trabajo necesario para hermosear los jardines llenos de margaritas, crisantemos, geranios y rosales.
“El jardinero de azul”, como algunos le conocen, se pasa varias horas al día podando las flores, cuidando que tengan agua, además de que mantiene un diseño muy colorido con una distribución ordenada de los diferentes tipos de flores.
Cuando alguien le pregunta a Zaragoza cómo con- siguió ese trabajo y cuánto le pagan, Leo contesta, “Yo mismo me lo conseguí y el pago es muy bueno”. Y añade, “me siento atraído por las flores, como si yo fuera una mariposa, y como me gustan las flores pues más las cuido”.
El contraste de colores que el “jardinero de azul” ha diseñado se pudiera com- parar a los diseños profesionales que se ven en revistas de jardinería.
Pueden admirarse gladiolas y buganvilias pegadas al exterior de los salones, y junto a las veredas pequeñas diseñadas por él mismo, se encuentran las fresas, las rosas de saharon y las petunias.
Al preguntarle qué es lo que le motiva a trabajar sin recibir pago, Zaragoza simplemente dice, “Me motiva el estar ocupado y así siento que los días de mi sentencia, se pasan más rápido” y sin parar de podar o mover la tierra, continúa, “con este trabajo no pienso en la desgracia de estar encerrado en esta prisión”.
El jardinero hace una pausa para acomodarse los guantes y al levantarse dice, “Pero le doy gracias a Dios que estoy sano, tengo mis brazos y piernas fuertes y un corazón muy saludable”.
Cualquiera que camine por las rampas que están antes de entrar a los salones de clase, puede respirar el aroma de las “morning glory” (gloria de la mañana), las “butter- cup” (copas de mantequilla) y de esas otras flores coloridas y aromáticas, que parecieran invitar a la lectura y al estudio. A diario se ve a algunos prisioneros leyendo, meditando, orando, o tan solo caminando y platicando acerca de los jardines y su belleza.
S.Q.News, entrevistó a Zaragoza sobre la labor que desempena en San Quentin.
SQNews: ¿Cuántas horas trabajas en el mantenimiento de estos jardines?
Z: Trabajo seis horas dia- rias y todos los siete días de la semana. Vengo cuatro horas durante el día y dos horas después de la cena para ponerles agua, pues es mejor ponerles agua después que se mete el sol.
SQNews: ¿Consideras este trabajo como terapia para reducir la tensión nervi- osa?
Z: Claro que sí, pues es un trabajo muy relajante y afuera de los edificios. No sé cómo explicarlo, pero haci- endo este trabajo me siento libre, como si estuviera fuera de aquí.
SQNews: ¿Deseas añadir algo más que no te hallamos preguntado?
Z: Pues solo que este trabajo que hago en los jardines, me sirve como un escape que me transporta fuera de aquí pues se me olvida por momentos que estoy preso.
Zaragoza prepara el abono para las flores y plantas, también tiene un vivero en el cual produce plantas y las trasplanta donde se vean bien de acuerdo al diseño que él desea.
Para poder trabajar, Leo pide autorización todos los días y le notifica al oficial encargado en qué área trabajara ese día, en caso de alguna alarma.
Haciendo su trabajo voluntario, Zaragoza continúa demostrando su dedicación, usando sus manos expertas y rudas como su mejor herramienta en medio de las flores de alcatraz y las dalias, sin olvidar los pequeños cactus, que delinean el perímetro de su área de trabajo, contrastando su uniforme azul con el jardín azulado.