Por Juan Haines y Juan Espinosa
James Fox ha enseñado yoga por medio del Prison Yoga Project (PYP) a personas encarceladas en la prisión estatal de San Quentin, en California desde el 2012. Sin embargo, desde hace dos años, internos
en prisiones mexicanas también se han beneficiado de su enseñanza.
El programa de yoga de PYP se expandió a México en 2017 con la apertura del Yoga Espacio Center de la Ciudad de México. Un equipo formado por 15 instructores comenzaron a impartir clases de yoga y meditación.
Datos del PYP indican que hasta el 2017, había en México 188,262 personas (95% hombres y 5% mujeres) en 322 cárceles y prisiones alrededor del país. El mayor objetivo del encarcelamiento en
México está enfocado en la reintegración social, y el yoga puede ayudar con este objetivo, es por eso que PYP se integró a esta causa.
“Una vez que los participantes son más conscientes de las sensaciones de su cuerpo son capaces de estar más al tanto de los efectos que la violencia ha tenido en sus vidas y del daño que han causado sus acciones a otros”, dijo Fox.
En la Ciudad de México, PYP ofrece clases semanales para 10 o 12 personas previamente encarceladas. También hay un programa semanal para 15 jóvenes de alrededor de 16 años de edad en una corporación de rehabilitación privada. Además desde el pasado junio, PYP México expandió su programa y comenzó a impartir clases de yoga en la Ciudad de México para 10 víctimas de tráfico sexual.
PYP opera en ocho prisiones en cuatro estados de México: Veracruz, Morelos, Estado de México y Ciudad de México.
En el sureste del país mexicano, PYP opera en la prisión estatal de Coatzacoalcos, Veracruz impartiendo
clases de yoga dos veces por semana para 15 hombres y mujeres. Las clases de yoga también son ofrecidas en la municipalidad de Acayucan, Veracruz, dando clases de meditación y yoga para diez internos dos veces a la semana.
En marzo del 2018, PYP México lanzó un programa en la prisión federal de máxima seguridad CEFERESO No. 1 en el Altiplano. Aparte de todos los programas ofrecidos en diferentes instituciones carcelarias,
PYP México enseña clases semanales para 60 internos así también para un grupo separado de 15 trabajadores miembros de la salud.
En ese mismo año PYP comenzó clases de yoga en Ciudad Nezahualcóyotl, en el Estado de México para 10 mujeres encarceladas en un programa pre-natal. Además, PYP también propuso un programa de yoga para los internos con HIV en la penitenciaría de Santa Marta Acatitla en la Ciudad de México.
Aparte de enseñar yoga en México, PYP también proporciona círculos de justicia restaurativa en la cárcel.
Los beneficios del yoga cada vez atraen a más personas a practicarla ya que esta no tiene lenguaje u otro tipo de instrucciones complicadas. Hugo Eduardo López de 25 años, ha estado practicando yoga en la prisión en San Quentin, por cerca de seis meses. López dice que nunca había practicado yoga antes pero ahora que la práctica le ha ayudado a tener más flexibilidad y lo motiva a hacer ejercicio.
“Antes no podía hacer mucho ejercicio porque no tenía mucha flexibilidad, aparte de que me sentía cansado. Con el yoga ahora me siento más flexible, relajado, y con más ganas de ejercitarme”, dijo López.
En San Quentin los practicantes de yoga son de diferentes grupos étnicos y la instrucción es en inglés.
“Yo no hablo inglés y no pienso que necesite entenderlo porque solo necesito seguir el lenguaje corporal del instructor para que pueda entender los movimientos y posiciones necesarias”, agrego López.